EL TRIPLE PROPÓSITO DEL PERDÓN

EL TRIPLE PROPÓSITO DEL PERDÓN

¿Por qué debo perdonar?

¿Sabías que la falta de perdón es una de las principales causas de estancamiento en la vida? Sientes que tu avance es lento, como si caminaras sobre la arena. Te preguntas, ¿qué ocurre...? El resentimiento o el rencor es una de las causas de mayores dolores y conflictos en nuestras vidas, cuántas veces has visto a tus seres queridos agredirse entre si, o guardar y alimentar rencores aún durante años, sembrando conflictos y separación, o traicionando sin lógica alguna. O peor aún cuántas veces te encuentras cargando rencores - por años y años - que no sabes como soltar y que se atraviesan más y más en el camino de lo que quieres en tu vida.

Hoy aprenderás algo de suma importancia para tu crecimiento espiritual y personal: ¡Debes perdonar!

Tres actitudes de quien no perdona

Quien se niega a perdonar asume tres actitudes:

La primera es: "Déjame el privilegio de guardar rencor o resentimiento hacia ti. Así el incidente haya ocurrido mucho tiempo atrás"

La segunda es: "Permíteme continuar arrastrando mi amargura porque, aunque puedo ser libre al perdonarte, prefiero seguir sumido en esta situación angustiosa"

La tercera es: "Aunque Dios perdona mis pecados, me inclino por desconocer el amor divino sembrado en mi corazón, al aceptar al Señor Jesús como Salvador, para seguir cosechando tristeza, fruto de no perdonar"

Si cierras la puerta al perdón, es tanto como que optes por vivir con un pesado bulto a cuestas. Te seguirá a todas partes, como una sombra. ¿Por qué decides proseguir así? Porque quizá estás luchando en tus propias fuerzas y no en las de Dios.

¿Qué pasos seguir?

Te preguntarás "¿Qué debo hacer para perdonar?". Es un proceso en el que irás paso a paso. El Señor Jesucristo estará contigo. No estás solo. Y, ¡podrás vencer!

#1.- Examina tu corazón

En primera instancia, es necesario examinar tu corazón y aceptar que la falta de perdón hacia quienes te rodean, esto se convierte en una enorme barrera para crecer a nivel espiritual y personal.

Un escalador Dijo: "Conforme uno escala, el peso del equipaje se torna más difícil de llevar. En ocasiones es necesario abandonarlo en la montaña. Es la única forma de poder ascender", explicó.

Igual con el peso del rencor, el odio y el resentimiento. Te ata. Impide que crezcas espiritualmente. Incluso, pone una barrera en tu relación con Dios porque sientes la conciencia acusándote por no perdonar. ¿Estarías dispuesto a continuar así? Sin duda que no.

#2.- Identifica por quién sientes falta de perdón

Un ejercicio sumamente edificante es que, tras haber orado a Dios quien conoce lo más profundo de tu corazón (Salmo 7:9), revises mentalmente a qué personas se te dificulta perdonar. Es fundamental para que puedas ser sano. Incluso, evalúa si vale la pena que sigas manteniendo rencor o resentimiento cuando el incidente ya pasó y, como tal, quedó en el pasado. Es probable incluso que el ofensor haya olvidado la falta.

#3.- ¡Abandona tus cargas!

Recuerda siempre que en la vida cristiana debes guardar una constante disposición a revisar dónde has fallado, qué correctivos debes aplicar y –por supuesto-- proseguir.

Hacerlo, debe llevarte a tomar tiempo para un examen sincero, exento de toda permisividad, acerca de dónde estás errado.

El apóstol Pablo, a las puertas de ser sacrificado, escribió: "No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; si no que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está por delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús" (Filipenses 3:12-14).

Tú y yo no somos perfectos. Siempre será necesario revisar todo cuanto haces. Una y otra vez descubrirás muchas fallas, tanto en el carácter como en la forma de pensar y de actuar. Recuerda que quienes sufren con tu actitud de no perdonar, además de ti, son aquellos que nos rodean. ¿Qué debes hacer entonces? Arroja las cargas ¡Hoy es el día para abandonarlas!

#4.- No luches en tus propias fuerzas

Si pretendes perdonar dependiendo de tus fuerzas humanas, de seguro fracasarás. En tu condición de ser humano tienes un extraordinario mecanismo que te permite guardar incidentes, imágenes y recuerdos, en un lugar específico que se conoce como el subconsciente. Y esos hechos afloran cuando menos lo esperas. De ahí que tu esfuerzo por perdonar se ve traicionado cuando estás frente a la persona que te hizo daño. Entonces, dependiendo de tus capacidades es casi imposible lograr hacerlo.

El apóstol Pablo era consciente de las limitaciones que tenemos para muchas cosas. Y por esa razón que escribió: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Filipenses 4:13).

Alguien expresó su desilusión porque siempre fracasaba en su propósito de perdonar. "Lo intento. Mantenía resentimiento hacia alguien. Transcurrieron una o dos semanas en calma pero de nuevo caí en ese estado de resentimiento", decía. ¿Cuáles alternativas tenía? Dos opciones. La primera, reconocer que es literalmente "imposible" cambiar si nos movemos en nuestras fuerzas. La segunda, que sólo es posible cuando le decimos: "Señor, no puedo en mis fuerzas, pero si me ayudas, sé que podré vencer el problema que tengo con la falta de perdón". ¡Tú puedes vencer!

Si no perdonas, te haces daño

La falta de perdón trae problemas a tu vida material, física y espiritual.

Perdonar es un precepto bíblico. El Señor Jesús lo expresó así: "...Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen... Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?" (Mateo 5:44-46).

Si Cristo murió por nuestros pecados y llevó nuestra pena en el propio acto en que nos perdonó nuestras faltas contra Él, una de las primeras inferencias es que debemos vivir perdonando los demás.

El texto clave de esta enseñanza se halla en Efesios 4:32: «Sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo».

La misma enseñanza se halla en Colosenses 3:12, 13: «Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros, si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros».

Debes tener claro, entonces, que estás llamado a perdonar. Es fundamental para que alcances la meta de crecer a nivel personal y espiritual, que sin duda el propósito de perdonar afecta tu vida de tres maneras:

1. Te reconcilia con tu Creador

2. Te reconcilia contigo mismo

3. Te reconcilia con tu prójimo

Se libre!!! Hazlo ahora en el nombre del Señor Jesús y empieza a crecer a la estatura de Cristo.

"...Sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente,
así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo" (Efesios 4:32. NVI).

TRES ELEMENTOS A TENER EN CUENTA PARA CRECER- TERCERA PARTE

Tercer Principio de Victoria: Congregarse


Seguramente te has pregunta más de una vez, ¿por qué debo congregarme en una iglesia cristiana? Y a éste interrogante has sumado una segunda pregunta: ¿En qué congregación de creyentes debo asistir?
Son dos inquietudes muy importantes que intentaremos atender en esta lección y que está ligada con el Tercer Principio de Victoria: Congregarse.


En la Biblia encontrarás que uno de los principios que caracterizó el ministerio del Señor Jesús, fue la proximidad y la unión con los discípulos. Cada cual no andaba por ahí, viviendo como quería. Estaban estrechamente unidos. Incluso, cuando se produce su resurrección, el primer registro Escritural señala que el maestro los encontró a todos reunidos: "Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros." (Juan 20:19). Aún en momentos de incertidumbre como ese, estaban unidos. Esa situación persistió. La observamos en la segunda aparición que hizo nuestro Señor Jesús tras la resurrección: "Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos junto al mar de Tiberias; y se manifestó de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado el Dídimo, Natanael el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo, y otros dos de sus discípulos." (Juan 21:1, 2).


Ahora bien, cuando la Iglesia primitiva comienza, momentos antes de la ascensión, el Maestro estaba con ellos. "Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí." (Hechos 1:4).


Un último hecho lo representa la unidad que siempre se observó en los primeros creyentes y a lo largo de la historia. Lo evidencia el primer concilio o reunión en la que se discutieron temas de fe. Lo hallamos en el capítulo 15 del libro de los Hechos. La decisión respecto a qué hacer y qué pautas seguir, la tomaron todos en unidad.



Congregarte te ayudará en el crecimiento espiritual


Sin duda, el crecimiento espiritual es una de las ventajas que encontrarás al congregarte.
Cualquier desánimo se puede compensar con el apoyo y oración de otros creyentes.
Los interrogantes se despejan cuando hay unidad en el cuerpo de Cristo. Y además, se cumple un principio Escritural y es el de la integración que hay entre los creyentes, que están reunidos para alabar y glorificar a Dios.


Una recomendación bíblica a los primeros cristianos fue precisamente la de persistir en reunirse: "No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquél día se acerca" (Hebreos 10:25. NVI).
Observa que el animar a alguien que no se reunía con otros creyentes, era una sugerencia hecha a los cristianos. No era presionarles, sino animarlos. Sin alguna vez encuentras a alguien desanimado, tu tarea es estimularlo para que regrese al seno de la iglesia en la que te reúnes o encaminarlo a la congregación más próxima a esa persona, en cuanto a ubicación, si no ha vuelto a reunirse porque se le dificulta desplazarse.


¿Y si conozco cristianos de mal testimonio?


Un argumento frecuente entre quienes no desean congregarse es decir: "He visto muy mal testimonio entre algunos cristianos". ¿Debería esto afectar tu decisión de reunirte en una iglesia cristiana? En absoluto. En todas partes escuchamos una frase que encierra una filosofía práctica enorme. Dice: "No busque la iglesia perfecta porque seguramente, el día que la encuentre, usted terminará con ella". Y tiene toda la razón. No podemos pretender el lugar perfecto, sobre todo tu y yo que, a pesar de avanzar con ayuda de Dios, siempre tendremos en nosotros la condición de imperfectos.


En momentos así cabe recordar un principio. Nuestra meta es Jesucristo. Si el objetivo lo volcamos en el ejemplo del hombre, seguramente sufriremos desilusión porque el género humano está poblado de fallas. La prioridad es Cristo. A eso se refiere el autor sagrado cuando escribe: "Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios." (Hebreos 12:1, 2). La esencia es: puestos los ojos en Jesucristo, no en el hombre.
¿Te das cuenta? Estás a las puertas de dar un nuevo paso en la vida cristiana: congregarte. Así lo hacían los creyentes del primer siglo y todavía lo hacemos hoy.


¡Anímate! Una experiencia maravillosa de unidad entre cristianos te espera...
Y recuerda que congregarse no es solo reunirse en un mismo lugar, sino tener la misma visión, la de impactar, ganar la ciudad donde uno vive para Cristo.

TRES ELEMENTOS A TENER EN CUENTA PARA CRECER- SEGUNDA PARTE

El Segundo Principio de Victoria: Estudio de la Palabra de Dios


¡Vas muy bien en tu caminar con el Señor Jesucristo! Eso es extraordinario. Paso a paso como decía el apóstol Pablo: “prosigo a la meta hacia el premio del supremo llamamiento” (Fil 3:14 RVA). Hoy aprenderemos el Segundo Principio de Victoria para la vida Cristiana: el estudio de la Palabra de Dios: la Biblia.

El primer interrogante que nos formulamos cuando recién comenzamos a asistir a una congregación cristiana es: ¿Por qué todos llevan una Biblia?. Tal vez durante mucho tiempo ese libro fue algo extraño para ti, y el solo mencionarlo provocaba pereza, quizás pensaste que era un libro pasado de moda anticuado. Ni siquiera contemplaste la posibilidad de leerlo. Y si alguna vez lo intentaste, es probable que no hayas pasado del primer capítulo del libro del Génesis.


Esa situación la hemos enfrentado la mayoría de los creyentes. Pero llegó la hora de conocer mucho más de un texto que es el más vendido en toda la historia, y en todos los países, y que es verdaderamente apasionante: la Biblia. Desde el Génesis hasta el Apocalipsis, encontrarás principios prácticos que te ayudarán en todas las áreas de tu vida. Para fortalecer tu relación con Dios, en tu relación contigo mismo y con las personas que te rodean, bases para manejar bien las finanzas o planificar tus sueños y metas hacia el futuro. También encontrarás temas sobre relaciones humanas, psicología y todo un abanico de instrucciones que enriquecerán tu existencia.

Te preguntarás: ¿Qué es la Biblia y de dónde provino? Muy buena pregunta. La Biblia se compone de 66 libros, de los cuales 39 corresponden al Antiguo Testamento y 27 al Nuevo Testamento. Los primeros escritos –correspondientes al Antiguo Testamento-- se hicieron papiros y pergaminos en Hebreo y Arameo, pero no se tienen disponibles. Su contenido se transmitió de generación en generación con la ayuda de copistas, que eran hombres dedicados a transcribir pasajes conforme se iban requiriendo. El Nuevo Testamento está escrito en griego. Estudiar la Biblia te ayuda en el crecimiento personal y espiritual.


Es probable que a simple vista consideres que el Estudio Bíblico es complicado, y tras intentarlo varias veces, hayas desechado ese propósito por considerar que definitivamente sacar enseñanzas de sus páginas es tarea de sabios y eruditos. Sin embargo, estás equivocado. La Biblia contiene principios y pautas que transforman tu existencia. Y leerla es muy fácil. ¿La razón? Fue escrita por más de treinta autores, en su mayoría hombres sencillos, sin dotes de científicos o profesores de cátedra universitaria. La redacción se hizo en un período aproximado de 1.500 años. Y lo más extraordinario de ello es que a pesar que no se conocían ninguno se contradijo y el mensaje estaba y esta centrado en Cristo.


¿Cómo confiar que se trata de la Palabra de Dios?
Para responder este interrogante, que seguramente ya te has hecho, el apóstol Pedro escribió en el primer siglo: "... porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo" (2 Pedro 1:21).

Un segundo interrogante es, ¿qué beneficios obtenemos de leer la Palabra de Dios? En su memorable carta a uno de sus discípulos, Timoteo, el apóstol Pablo escribe:"Toda escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra"(2 Timoteo 3:16, 17).


LA LECTURA DE LA BIBLIA, UN HÁBITO SALUDABLE

Leer la Biblia cada día, comenzando por un capítulo, y avanzar progresivamente, conforme tomes gusto por su estudio y aplicación práctica, será sumamente saludable para tu crecimiento espiritual. Quizá no te hayas dado cuenta todavía cuenta, pero poco a poco, abiertos al mover del Espíritu Santo en nuestra existencia, la Palabra irá tomando vida en ti y te transformará en cristiano que sabe cómo y de qué manera desenvolverte, conforme a la voluntad divina. Ármate de lápiz, de papel, de un buen diccionario y toma tiempo para ir estudiando cada capítulo. Toma nota de aquellos aspectos que te llaman poderosamente la atención. Aquellos asuntos que no entiendas, consúltalos con tu líder. Es una forma de crecer en el conocimiento Escritural. Además, te permitirá despejar todos tus interrogantes.

Una vez que tengas cierto manejo de la temática bíblica, tu llamado es a formar a otros en el sendero de la Salvación. Es una recomendación del Señor Jesús: "Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mateo 28:20) y, también, le recomendó al apóstol Pablo en su carta a Timoteo: "Lo que has oído de mi ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros" (2 Timoteo 2:2).

¿Por dónde comenzar? Con mucha frecuencia quienes manifiestan interés en la Biblia, comienzan desde el libro de Génesis, tratando de seguir un orden lógico. Sin embargo, lo más aconsejable es comenzar por el Nuevo Testamento, y en particular, por los evangelios. Hay dos sumamente ilustrativos respecto al nacimiento y desenvolvimiento ministerial de Jesucristo: el de Mateo y el de Lucas. El primero, un cobrador de impuestos para Roma, el segundo, un médico y definitivamente consagrado historiador. Los dos consignan qué hizo el Señor Jesús, cómo murió en la cruz por nuestros pecados y de qué manera resucitó, haciéndonos hijos de Dios por su obra redentora.

Después puedes proseguir con el libro de los Hechos de los Apóstoles y con las cartas apostólicas de Pablo, Pedro, Juan, Santiago y Judas. Pospón Hebreos y el Apocalipsis hasta que hayas avanzado un buen trecho del camino en el estudio bíblico.

Concluida esta primera fase, puedes emprender la lectura del Génesis y así sucesivamente.
También puedes leerla conforme surja la necesidad de tocar un tópico de tu vida que necesites orientar. Es como cuando sentís una necesidad fisiológica por ejemplo cuando tenes hambre que es lo que haces? vas a correr, te dormís una siesta… verdad que no ? Seguramente vas a la heladera o a la alacena, te dirigís al lugar donde hay comida para saciar esa necesidad, de la misma manera lo haces cuando estas cansado, con sueño. No te vas a jugar, ni a comer sino que buscas un lugar donde poder descansar. Lo mismo tenemos que hacer cuando vemos necesidades específicas nuestras vidas o estamos pasando momentos difíciles, en lo económico, a nivel matrimonio, estudio, tentaciones de diferentes índoles, estamos angustiados con temor, cansados o sin fuerza. Tenemos que buscar en la biblia una palabra específica a una necesidad específica y para eso tenemos una herramienta fundamental, la concordancia que nos va a ayudar a encontrar que es lo que dice Dios al respecto de la problemática que estoy viviendo y que es lo que debo hacer en medio de ella. De esa manera empiezo a tener dirección especifica y descubro como él Señor empieza a hablar y trae paz dirección etc. Pero debemos recordar lo fundamental funciona lo que se practica. Y ahora..

¡Felicitaciones por emprender el sendero del crecimiento personal y espiritual con fundamento en las enseñanzas del Señor Jesucristo!

TRES ELEMENTOS A TENER EN CUENTA PARA CRECER- PRIMERA PARTE

Crecer es parte natural de la vida, desde que somos gestados en el vientre de nuestra madre empezamos a crecer. El nacimiento no es el final en la vida de una persona, sino el comienzo. Es el momento donde empieza una nueva etapa, al nacer el bebe es alimentado con la leche materna y en medida que se va desarrollando nuevos alimentos van siendo agregados a su dieta que le va a ayudar a seguir desarrollándose. A medida que va pasando el tiempo experimenta cambios físicos, intelectuales, asumiendo nuevas responsabilidades. Aprende a hablar, a caminar, socializar, etc. Para que este crecimiento sea sostenido en el tiempo, es importante la calidad y cantidad de alimento que reciba.

De la misma manera cuando una persona invita a Cristo a venir a su vida, experimenta lo que la biblia llama un nuevo nacimiento. Se convierte en una nueva persona con nuevo propósito, con una nueva visión de la vida y de por qué esta en la tierra. Para que esto suceda y experimente crecimiento, madurez “alcanzar la estatura de Cristo” (Efesios 4:13), debe adquirir tres elementos para su nueva vida, que es el Trípode que va a sostener esa vida de manera saludable y la hará exitosa: La Oración, la Palabra, la Congregación.


Principio de la Oración

¿Cuál es en tus propias palabras el significado de orar? ¿Qué significa para ti?
El primer paso entonces es determinar qué es oración. He aquí una descripción sencilla: "La oración es un diálogo con nuestro amado Dios bajo la certeza de que Él nos escucha".

El propio Señor Jesucristo pasaba tiempo en oración. ¿Tú deseas aprender del Señor Jesús? Sin duda que sí. Una de sus motivaciones era la oración. ¿Lo sabías? Es lo que aprendemos en las Escrituras: "En aquellos días se fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios. Y cuando era de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos, a los cuales llamó también apóstoles..." (Lucas 6:12, 13).

Este pasaje nos enseña tres aspectos importantes:
1.- La oración formaba parte fundamental de las acciones diarias del Señor Jesús.
2.- Pasaba largas horas delante de Dios el Padre en oración.
3.- No tomaba ninguna determinación—como aquella de escoger a sus discípulos—sin antes orar.

El Evangelio también registra el hecho de que el Señor Jesús comenzaba su jornada diaria con oración. También apreciamos en la Biblia que terminaba sus actividades cotidianas yendo a la presencia del Padre:"En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo" (Mateo 14:22, 23).

¿Has comprendido hasta el momento el significado de la oración? Ahora es probable que tengas un interrogante:

¿Por qué cosas debemos pedir?

Una pregunta de suma importancia. Si bien es cierto, en la Escritura encontramos que Dios conoce cuáles son tus necesidades y las mías, no estamos eximidos de ser específicos en nuestras oraciones. Pueden ser por crecimiento espiritual, salud, provisión financiera, paz para nuestro ser, la conversión de un familiar y que el Señor te revele cuál es Su plan para tu vida, entre otras.

Aquí hay algunos elementos que debes conocer. Se trata de los tipos de oración:

1.- Oración general.- Cuando tú hablas con Dios y le refieres todo lo que concierne a tu vida, tus necesidades y la petición que tienes de ayuda. También puede estar orientada a expresar gratitud a Aquél que todo lo puede.
2.- Oración de intercesión.- Cuando nuestras oraciones son a favor de otras personas: por su conversión a Cristo Jesús, por sanidad física, por provisión financiera etc.
3.- Oración de guerra espiritual: Se trata de un concepto que desarrollaremos más adelante, pero para adelantarte un poco te diremos que es el tipo de oración que hacemos –entre otras cosas-- para que Dios nos fortalezca cuando vienen tentaciones y asedios de parte de nuestro enemigo espiritual: Satanás.
4.- Oración de clamor: Cuando nos humillamos delante del Señor para elevarle una petición específica. Oramos intensamente hasta tanto vemos una respuesta. En algunas ocasiones nuestras oraciones van acompañadas con ayuno.

¿Qué aspectos estorban nuestras oraciones?
¿Has escuchado frases como: "A pesar de mis oraciones parece que Dios no me escucha"? Te preguntarás, ¿por qué ocurre? Hay varios aspectos que describimos a continuación.

1.- La falta de santidad.
2.- No perdonar a quienes nos provocan mal.
3.- Una mala relación matrimonial.
4.– pensar que Dios nos escucha por nuestros meritos etc.


Cuántas veces debemos orar?

Tal vez te preguntarás, ¿cuántas veces sea necesario orar? Tal como lo aprendemos en las Escrituras: "También les refirió una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar" (Lucas 18:1). ¿Te das cuenta? No desmayar implica perseverar, que es una palabra clave cuando clamamos. El apóstol Pablo recomienda:"Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias" (Colosenses 4:2). Y más adelante exhorta:"Orad sin cesar" (1 Tesalonicenses 5:17). ¿Lo observa? No existe basamento Escritural para asegurar que con orar una vez basta. Es necesario perseverar, persistir, no desmayar hasta tanto veas la respuesta de Dios.

En medida que aprendamos a hablar con nuestro amigo, le vamos a conocer con mayor profundidad y ello nos va a llevar a un nuevo nivel de confianza en aquel que no cambia, que permanece fiel, que quiere lo mejor para cada uno de nosotros , que cumple sus promesas y camina a nuestro lado cada día de nuestras vidas. La oración traerá una nueva perspectiva de la vida, los recursos de Dios se harán evidentes y estará a tu disposición la fortaleza, la provisión, la paz, el cuidado, el sustento. Porque el que te ama, el Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob, de Pedro, de Pablo está contigo.